N.C.
Redacté de memoria mi carta de recomendación
a los sueños vanidosos
y a las esquelas de huesos calcificados al ser tan inertes.
Le dije al alma que rindiera homenaje
a las estrecheces de los demás
y se puso a dar saltos de un lado a otro
para que no se notara su conocimiento de lo eterno.
Le dije a la normalidad que se mantuviera lejos
para volver a escribir del otoño y sus hojas,
del deseo que no sabe estar con la realidad
en la misma habitación,
del paradójico tintineo en las ventanas cuando estoy sola.
Miré la siguiente página,
y encontré ilustraciones de una civilización antigua,
menos primitiva que yo,
y descubrí que mi humanismo se encerraba
en lo que los demás no quieren -o pueden- verbalizar.
Y que podrán caer piedras desde cualquier árbol
y yo seguiré esperando las frutas secas del edén.
20.7.12