Emponzoñamiento ofídico.
Adulo a mi piel para que envenene mis palabras,
que se vuelvan ciegas y hablen más de la cuenta
sin incluír un tardío perdón.
Mi debilidad no es discutible,
que corre a refugiarse a sus bajos fondos, tampoco,
y que la mayoría de los días soy yo
quien le gime al colchón
tratando de hacerle pesada la custodia de mis razones
con humedades antiguas
se ha proclamado credo entre el jaleo
de una respiración entre cortada de una cara
que con las luces apagadas
jamás llegaré a reconocer bien.
15.4.12
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