¡Indignaos!
Habla el desarraigo por sí solo
mostrando como un cuento sus no virtudes a las nuevas generaciones.
La alerta roja es ya un constante en la conciencia
y se muestra acogedora ante los ojos inyectados en ira persistente.
Los pájaros en la acera cantan cuando sus restos ya no valen nada.
Una nada irregular que arrulla todo
hasta que el mundo se siente huérfano de valores y razones
para mirar a cualquier lado.
Pero ahí sigue su ombligo,
el epicentro de placer individual, según aprende de los diablos más viejos que,
a su vez, dejan que sean los novatos quienes pinten su trayecto.
Una última mentira por querer salvar el alma
y las espinas queman el contraro de reedificación terrenal.
No hay quien se salve,
y si se salva, se encierra,
para no dejar huella de lo que tomo prestado de la cordura lineal.
7.7.11
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