XXVII (Paraíso Interior)
Por el valle cristalino de la niebla
lucen sus hojas los árboles hambrientos,
entre verdes, marrones y cieno.
Correteando los pájaros en busca de cantares
de boca y fuego.
Y la contrabanda de edificios que no deja que pase el tiempo.
Pasan sin luces los hombres
trasteando sus anhelos
y buscando, sentados,
los mirlos fulgentes y muertos.
...Reza Dios por los despojos
que provienen del subsuelo...
Asciende mi alma encadenada,
cadente de versos
para esos árboles hambrientos.
(9.1.11)
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B. Gentleman -