Cristales de plata.
¿Oyes el viento?...
El favor de su terco oleaje deja sin respiración al más brusco de los testigos.
Las olas… Las olas cabalgan sin ritmo justo antes de nacer, nosotros…
Nacemos sin ritmo por culpa de alguien que se olvidó de él.
Calla la noche a mis ojos.
Cristales de plata cortados conspiran con malicia untada en desdén, y
desde que supo su nombre el deseo, nunca volvió a quererlo ser.
¿Oyes el viento?...
Practican con Caronte mis remos.
Nada de aire, nada de sal.
Se pueblan de arrugas mis dedos tras el júbilo y el canto de
los hombres que vacían su mitad.
Y, ¿oyes el viento?...
…pídele que me traiga de nuevo su nueva verdad.
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