Ocho.
Encapotados, pasean su pena los recuerdos
acordados como pilares para los restos.
Y entre lamento y lamento,
flotan bailes estivales de
complicidad cósmica.
Los años corren para atrás en sus mejillas
mientras las mías, aprenden a fuerza de supervivencia
a ser imagen de su legado,
fielmente asentado,
por haber sido un humano de los que
ya casi no quedan.
Como esas Olivettis verde aceituna que,
por cada seis letras pulsadas,
gritan su nombre cien veces
antes de haber podido recoger tinta suficiente
para enviarle los versos de una ausencia amarrada.
Con luz blanca hablan sus costumbres.
Y los perros callejeros duermen,
cantándole a la luna una copla de pie quebrado
que ni los caballos que le llevaron
son capaces de olvidar.
6.4.11
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Heastato. -