XLIX
Un frenesí atravesado
por pastas blandas
y café requemado.
Reflejo de sucesos en una pared convexa
sobrellevada a lo alto por la espalda agrietada
de los que huyeron dejando piedras en el suelo
que hoy yacen tras el cemento de generaciones apagadas
por el miedo como único argumento.
Solsticios de primavera en las venas de unos cuantos
que aun gritan, y se agitan, entre gomina y puntos de tránsito.
Puertas correderas para el alma.
Un gesto cansado en el pálpito urgente de no creer a la gente
cuando dicen que te entienden,
y que si te sigues mordiendo, te harás daño.
La sangre, agolpada, en heridas adyacentes
de relaciones urgentes
y palabras de contrabando.
(4.2.11)
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