I (El propio tiempo es arte)
Digamos que el tiempo se me tira encima
blandiendo su diestra luz de presentimiento
en una siniestra moqueta acolchada de niebla
de acordes violentos.
Líneas blancas en la acera que me guían por
el camino esotérico que nunca pude evitar.
Es un paseo tranquilo y no temo por
los resbalones con las pompas que da la lluvia.
Pero digamos que me tiro al tiempo con
los ojos entreabiertos.
Con claridad entre las rendijas de las persianas
y restos de ropa tiradas por el suelo.
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