Bellum omnium contra omnes.
Tenía la piel de terciopelo,
la lengua de seda
y las manos agujereadas;
las ganas siempre hiperactivas, la razón endulzada
y la cabeza en un suspiro.
Tenía la juventud exultante,
el sentido del fracaso escondido,
la garganta siempre lista para gritar y los estallidos cada quince minutos.
Tenía todo lo que necesitaba para agitar el mundo.
Vinieron los inviernos
cargados de lluvias de espinas,
de aires de lamentos
y de abrigos cosidos de soledad.
Los veranos fueron efímeros;
el otoño y la primavera fueron simple búsqueda
de una estación que me correspondiera.
...Y se quedaron sólo mis manos agujereadas,
intentando sostener la piel, la lengua, la razón,
las ganas, la cabeza y la juventud.
El agua se convirtió en pavimento,
el suelo en una pasarela movediza. Y perdí más de lo que nunca tuve.
Canté a los olores del pino,
a las zarzas,
supuse que los días empezarían a durar más,
que se apiadarían de mí.
Supuse mal.
Y sólo las páginas, que recelan por mi permanencia,
se preocuparon por escucharme cuando predicaba las hazañas
de una víctima mortal de la Guerra Interior.
7.12.11
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