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Vida.

En el estrecho del Destino

sólo hay hueco para un barco.

Arría velas, mas no surca.

A babor y a estribor se

juntan las cicatrices de

los marineros que fundaron,

con sangre de sueños,

sirenas con pies de plástico.

Sobran víveres y faltan hombres.

Y aunque nadie sabe su nombre,

se jactan de conocer de qué pie cojean.

Luna llena y sol fulgente

son factores que no dominan.

Allí no hay luz, mas que en una esquina,

donde cuentan, embriagados,

que las fieras les vigilan.

Ni hay fieras, ni hay Vida.

Ni alcohol para embriagarse.

Juegan a ser los hombres

con los que un día soñaron sus madres.

Ya no saben cómo encallaron,

ni que planes hicieron antaño

para hacer girar los remos que

llevan signos de fracaso.

Creen que, esclavos de su hado,

los dioses que no existen

los sacarán de aquel barco.

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